Personaje de la Semana: George Washington
Dirigente de la independencia y primer
presidente de los Estados Unidos de América (Pope's Creek, Westmoreland,
Virginia, 1732 - Mount Vernon, Virginia, 1799). Este rico terrateniente
del Sur había adquirido experiencia militar como miembro del ejército
colonial británico en las luchas contra los indios y los franceses
(1752-58), alcanzando el grado de coronel.
El
endurecimiento de la dominación colonial británica sobre sus trece
colonias de Norteamérica llevó a Washington a participar activamente en
la política de Virginia, encabezando en su Asamblea la oposición contra
los nuevos impuestos y el autoritarismo de los británicos (1759-74).
Cuando la oposición se transformó en conflicto abierto entre Gran
Bretaña y sus colonias, George Washington asistió como representante de
Virginia en el Primer Congreso Continental que se reunió en Filadelfia
en 1774 para defender una posición unitaria contra la metrópoli.
El
Segundo Congreso le eligió por unanimidad comandante en jefe del
ejército que habían de formar las colonias para luchar por su
independencia (1775); aunque no era un independentista radical, pareció
apropiado para el cargo por su experiencia militar, por su buena
reputación entre los notables del Sur (pues hasta entonces el conflicto
con la metrópoli había afectado fundamentalmente a las colonias de Nueva
Inglaterra, en el Norte) y por su demostrada capacidad de gestión, que
le había llevado a ser uno de los plantadores más ricos del país.
Desde
entonces George Washington se dedicó con enorme esfuerzo a improvisar
el ejército del nuevo país (que había declarado su independencia en
1776), luchando por obtener dinero, armas y reclutas, mantener la
disciplina, fomentar el entusiasmo de los soldados y hostigar al
ejército británico, a pesar de no verse respaldado por una dirección
política unitaria ni un gran espíritu de sacrificio de los colonos.
Washington obtuvo algunos éxitos iniciales contra los británicos
(auxiliados por los colonos «leales», mercenarios alemanes y tribus
indias aliadas) en las batallas de Trenton y Princeton (1776). Pero,
conociendo su inferioridad militar, trató de salvaguardar sus tropas de
grandes encuentros en campo abierto hasta que pudo afrontarlos con
garantías, y practicó una lucha de guerrillas durante la mayor .parte de
la Guerra de Independencia (1775-83). Su momento llegó en 1778, cuando
Francia y España prestaron su apoyo militar a la revolución americana,
lo cual le permitió asestar un golpe definitivo en la batalla de
Yorktown (1781). Gran Bretaña reconoció la independencia de sus trece
colonias de Norteamérica por la Paz de Versalles de 1783.
Lograda la independencia, el prestigio acumulado por
Washington hizo que le reclamaran para continuar en la vida política,
actuando como árbitro entre las dos corrientes que debatían el futuro
del país: los federalistas de Hamilton y los republicanos de Jefferson
(aunque se inclinó más bien por los primeros). Washington presidió la
Convención Constitucional reunida en Filadelfia en 1787, con la
intención de sustituir los ineficientes Artículos de la Confederación
por una verdadera Constitución republicana, federal y presidencialista,
que fortaleciera el poder central y la cohesión entre los trece Estados.
Puso todo su prestigio personal en juego para hacer que la Constitución
fuera aprobada por los Estados reticentes, logrando así que entrara en
vigor en 1789. E inmediatamente fue elegido para ser el primer
presidente de los Estados Unidos (y reelegido en 1792).
Durante
sus dos mandatos (1789-97) puso en práctica el modelo político
liberal-democrático diseñado en la Constitución, rodeó de autoridad y
solemnidad la figura del presidente, impulsó el programa de desarrollo
económico capitalista de su secretario del Tesoro -Hamilton-, inició la
colonización de los territorios indios hacia el oeste (Kentucky,
Tennessee.) y sentó las bases de una política exterior aislacionista
(rehuyendo entrar en las guerras europeas de la Revolución francesa).
En 1793 fundó la nueva capital federal, bautizada Washington en
su honor, aunque la residencia presidencial no se trasladaría allí
hasta tiempos de su sucesor en el cargo, John Adams. Washington renunció
voluntariamente a ser elegido para un tercer mandato (para el cual no
le habrían faltado apoyos), considerando que la perpetuación de un
mandatario en el poder sería perjudicial para el régimen constitucional
de libertades; instauró así una costumbre sólo rota por Franklin D.
Roosevelt.